Hace rato que lo sabía, era ese presentimiento que precede al ansiedad y el neviosismo. Ahora lo se, los escucho subir por las escaleras. Sonaban como si fuesen un ejército entero, pero seguramente no eran más de 10. Finalmente llegan a mi puerta, se detienen, todo es silencio. La cuestión ahora es que hacer, ¿levantar mis manos y rendirme, o con el dedo en el gatillo?. Cuando ellos entren, ¿cómo terminaré: acribillado en la calle, o esperando en la línea de ejecución?.
El dinero fue bueno, y matar también, pero al final a todos nos toca morir, y terminar en el cielo o en el infierno. Me sentía el mejor, caminando bajo el sol de Brixton. El juego era sobrevivir, pero cada día se hacía más díficil. Ya no hay vuelta atrás, me vieron con el arma, no hay piedad, adiós al sol de Brixton. Ya no queda otra. Podrán aplastarme, o lastimarme, incluso dispararme; pero ellos responderán a las armas de Brixton.
Finalmente el tiempo volvió a caminar, un fuerte golpe y ellos entraron corriendo. Humo, disparos y luces que se apagaban, todo a la vez. Gritos, balas y sangre. Cuando sentí el primer balazo fue como una liberación, el ardor en mi pierna derecha me quitaba toda duda de lo que me esperaba, no había marcha atrás, a disparar a morir. Las armas rugían, y nosotros también. Luego llegó el silencio, el polvo levantado apenas me permitía ver. Por si fuera poco, la sangre encegaba mi ojo izquierdo, el dolor en mi pecho era enorme, me habían traspasado 5 balas. Mire a mi alrededor, sonreí por úlitma vez y caí. Ese día, morimos 8 hombres en esa habitación, yo y 7 de ellos.
Basado, en parte, en el tema Guns of Brixton de The Clash
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