domingo, 1 de mayo de 2011

El arte de mentirse

"Es mi último cigarrillo", comentó. Una mentira más en la cadena, otro intento fallido de auto convencerse de que podría lograr algo. Un engaño, una estafa. Pues a fin de cuentas, a ese punto se llega, a convertirse directa y exclusivamente en un estafador. Todo es engaño y mentiras, todo se rebaja a la conclusión de que incluso los recuerdos que vivió llegan a ser falsos. Ese es el fondo del abismo: no creerse ni a si mismo.

Todo tiene alguna razón, por más trillado que parezca, siempre hay una explicación básica que resuelve toda la fórmula. ¿Tal vez será esa necesidad de caer bien? ¿De acoplarse a la mayoría? O será que uno no está conforme consigo mismo y necesita creer que es más de lo que realmente puede llegar a ser. Si hay algún razonamiento psicológico, bienvenido sea. Pero es más sencillo creer que es el mundo quién lo plantó en esa teoría. El mundo contra uno, no al revés.

Entonces llega el momento en el que mira a su alrededor. Ve las botellas vacías, el cenicero lleno de cigarrillos, ropa tirada, recuerdos dolorosos de una noche más. Una cama fría con compañía pasajera. Camina lentamente hacia el balcón, mira para abajo y se sostiene de la baranda. Respira hondo, buscando paz. Cae la primera gota, justo sobre su frente. Recién ahí reacciona, levanta los brazos y deja que la lluvia bañe su cuerpo desnudo. Entonces entra al departamento, sonríe al volver a mentirse, toma el cenicero y busca su encendedor, "mi último cigarrillo".

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