jueves, 30 de diciembre de 2010

La tentación

Tienes miedo. Lo veo en tus ojos, lo escucho en tus latidos, percibo tu agitada respiración. Entiendo tu temor, muchos se asustan cuando me ven. Pero ten confianza en mis palabras cuando te digo que de mi no hay nada que temer. Simplemente decidí visitarte porque hace tiempo que te estoy viendo y me cansé de ser un simple expectador.

Estoy harto de ver como día a día sufres de injusticias y abusos. No puedo soportar ver como día a día gastas energías y palabras en rezos y plegarias que nadie responderá. Pues dejame decirte, pequeña criatura, que yo si he escuchado tus pedidos de auxilio. Ten calma, querida mia, pues he venido a sacarte de la miseria y el dolor que te rodea. No hay mal en mis palabras, ten confianza. Te daré aquello que más anhelas sin pedirte nada a cambio. Veo que dudas, pero cree en mis palabras cuando te digo que no tienes nada de que preocuparte. No tengo intención de lastimarte, no esperes ningún daño de mi, bella dama.

Toma, bebe de este vino. Que no te impresione su color, pues su ingrediente principal es mi propia sangre, la cual quiero compartir contigo. Veo que te gustó, me alegro. Siéntete libre de tomar cuanto quieras.

Debo confesarte, hermosa criatura, que te deseo con intensidad. Quiero poseerte y que seas solo mía. Quiero ser el dueño tanto de tu cuerpo como de tu alma. Déjame entonces probar tus labios. Son dulces, tienen el sabor de las rosas negras que sobrevivieron al frío invierno, solo para marchitarse en el verano.

Ven conmigo, dulce alma, te llevaré muy lejos de aquí. Mis alas negras nos harán atravesar los cielos, burlando y desafiando a aquellos que te provocaron tanto sufrimiento. Pronto olvidarás todo tu pasado, y me serás fiel por toda la eternidad. Duerme ahora, pequeña criatura, duerme y sueña, pues ya no volverás a este mundo. Ahora me perteneces, y nunca podrás escapar.

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