lunes, 13 de septiembre de 2010

Perdiendo la cordura

Fue imperceptible, silencioso y mortal. No se dio cuenta hasta que fue muy tarde. Pero en el momento en el que entendió lo que pasaba, la frustración llenó sus sentimientos hasta el punto de la locura. Ya nada podía hacer, ya no había escapatoria.
Simplemente se quedó quieto, mirando los flashes que pasaban frente a él, como recuerdos incompletos, sucios o pervertidos por la insanidad. Como si fuera poco, comenzó a llover. Las gotas, grandes y pesadas, lo golpearon con fuerza, pero él estaba inmovil, impotente y silencioso.
La gente corría a su alrededor, buscando refugio ante la tempestad, nadie lo miraba. Para ellos él era otro idiota que le gusta estar debajo de la lluvia. Que poco saben. Entonces la tarde se convirtió en noche, y el siguió quieto, mirando y sintiendo todo a su alrededor, pero de una nueva forma, como si ya no perteneciese a ese mundo gris. Todo por una pasión.
Entonces, levantó los ojos y vio una sombra, una silueta femenina. Una lágrima se mezcló con la lluvia cuando la vio sonreir. Sin embargo, antes de que pudiese alcanzarla con su mano, la sombra se desvaneció en el aire, y él entendió que había perdido lo último que le quedaba de cordura.

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