El miedo era palpable. Mi compañero al lado mio temblaba sin parar. El enemigo nos acechaba hace días y se acercaba rápidamente. Finalmente nuestro capitán decidió dejar de huir y encararlos. Rápidamente nos formamos y desenvainamos nuestras armas. Apreté con fuerza el mango de mi espada y me preparé para recibir a los invasores. Entonces, después de un silencio mortal, aparecieron sobre la colina. Nos doblaban en número, todos tenían una feróz mirada de odio en sus ojos. Eran monstruos llegados del norte. Humanos salvajes que asesinaron y quemaron nuestros pueblos. Un grito de guerra comenzó la carrera y rápidamente fuimos a buscarlos, el tiempo de dudar hace rato que lo habíamos perdido...
El viento soplaba, y el clamor de las espadas chocando subía nuestra adrenalina. El calor del fuego creado por las ardientes flechas de nuestros arqueros se elevaba en el aire y nuestro deseo de supervivencia nos hacía pelear con el doble de fuerzas. Cuando mi arma penetró por primera vez la carne de mi adversario y su caliente sangre mojó mi cara, descubrí una fuerza en mi desconocida. Rápidamente me convertí en un guerrero sediento de muerte, un monstruo sin piedad que atravesaba a quien se pusiera en su camino. Pero de pronto esa euforia se convirtió en otra sensación, un dolor penetrante que me encegaba.
Mire mi muslo derecho y vi una flecha que me lo atravesaba por completo. Grité fuertemente y cai de rodillas al suelo. Cuando mi cara golpeó el paso pude sentir el gusto de las cenizas combinado con la sangre en mi boca.
Mis hermanos me levantaron, y me ayudaron a mantenerme en pie y una vez más, me sentí vivo. Peleamos en ese infierno, entre fuego y humo y finalmente, cuando el último enemigo cayó bajo nuestra espada, nos levantamos y miramos al cielo.
El sol nos iluminaba el rostro, y mire a mis compañeros. En ese momento, eramos hermanos, y fuimos la misma carne, el mismo respiro, la misma vida, la misma sangre...
Basado en el tema "One Blood" de Terence Jay...
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